viernes, 5 de enero de 2007

Ahora todos somos enólogos


Desde que nuestros padres nos llevaban de picnic a aquellos solares donde hoy hay edificadas modernas urbanizaciones , ha subido nuestra calidad de vida, eso es indudable .

Donde antes habían mesas de camping repletas de tuppers con tortilla de patatas y pechugas rebozadas, regadas con Casera Cola y vinacho de tetra brick del Pryca, ahora hay elegantes cenas servidas por un agradable chico gay o una chica con rastas y camiseta de Custo, con cartas de vino que te quitan el hipo por sus tan poco elegantes precios.

Y esto de la calidad de vida, que parece un slogan político, no es sino una entradilla para comentar que finolis nos hemos vuelto cuando vamos a cenar y analizamos la carta los vinos tal y como si procedieramos de una familia riojana poseedora de vastas extensiones de viñedos desde el siglo XV.

Porque sí, amigos, asumámoslo, la inmensa mayoría no tenemos ni idea de vinos. Cuando veaís a cualquier conocido oliendo la copa o agitándola pretendiendo buscar características, diciendo que es afrutado o de maceración lenta (por decir algo, yo no tengo ni idea), en el 95 % de los casos podréis reiros en su cara.

Porque por algo, los enólogos, se tiran años de formación , con miles de catas, para llegar a conclusiones más discretas que muchas de las personas que nos encontramos por los restaurantes dando lecciones , sólo por el hecho de calzar una buena billetera. A veces los he visto discutir con los camareros, pretendiendo llevar razón en algo que el camarero, sin ser enólogo, sabe bastante más.

En un informativo de la 2, que es muy de estas cositas, comentaba un enólogo en formación ya unos años, que en el curso, les hacian catas ciegas falsas, y que la mayoría caía en la trampa cuando le cambiaban la copa por otro vino que no era malo, pero que no era del todo similar al anterior.

Está claro que si has probado muchos vinos de calidad, podrás distinguir los buenos vinos de los malos, por su sabor, pero de ahí a analizar las características media un abismo, un abismo ridículo.

Y no hay nada peor que hacer el ridículo , y no enterarse.